A la pregunta de Maatías Loewy, editor de Newsweek Argentina, respondí con ls siguientes palabras, un poco más expresivas de lo que se lee en la publicación impresa y que aparecerán en la publicación virtual de la misma revista:
SINDROMES DE HUBRIS, DE ENVIDIA, DE IDIOTEZ
Néstor A. Braunstein
Poco importan aquí las razones por las que me siento íntimamente ligado a la vida política de mi país natal, ese del que falto hace casi 40 años. El exilio no mata las raíces; las hace más profundas. Por fortuna, el arraigo tecnológico de hoy en día permite grandes sorpresas. “Yo” queda estupefacto por la dimensión de las maravillas y de las tonterías que en mi patria se engendran.
Despierto un día y encuentro que una figura mediática, un Nelson Castro que invoca su condición de médico, ha descubierto que la máxima autoridad de la República, la presidenta, está afectada por un misterioso mal, una “enfermedad del poder”, que él ha sabido detectar y diagnosticar: se trata del “síndrome de Hubris” que fuera objeto de minuciosas descripciones clínicas a partir de la obra de Lord David Owen, alguien que, si se me permite el triple oximoron, es un “respetable político inglés”, médico neuropsiquiatra, también él, que lanzó esta flamante categoría diagnóstica. ¿Sabrá Castro que Lord Owen, como ministro de exteriores británico fue el más feroz propulsor de sanciones económicas y diplomáticas contra la Argentina después de la guerra de las “Falkland” no sin antes haber promovido la venta de armas a la junta militar para el asesinato de nuestros compatriotas? ¿Será esa una manifestación de la “hubris” del fabricante de síndromes?[1]
Hubris o hybris ¾puede discutirse la trasliteración del griego¾ es una palabra que lamentablemente falta en el diccionario de nuestra “Real” Academia y por eso no podemos dar una definición “oficial”. Su antigüedad es tanta como la de nuestros más venerables conceptos psicológicos. Aunque los griegos tenían tendencia a transformar en dioses a esta clase de vocablos (Némesis, Tánatos, Agapé, Neikos, tantos más) y por lo tanto podrían escribirse con mayúsculas, son términos del lenguaje coloquial y nada es más lógico que tomarlos como sustantivos comunes y, en lengua romance, escribirlos con minúsculas.
Hubris, por la pereza de los “académicos”, es convertida en alguno de sus aproximados sinónimos: soberbia, arrogancia, prepotencia, etc. Se marca con este rasgo lamentable a quienes disponen de autoridad y la ejercen de manera arbitraria. ¿Existe la hubris? Por cierto que sí y pululan los ejemplos en la historia y en la literatura. Con frecuencia los gobernantes se sienten tentados a poner a prueba los límites de su dominación y en ese empeño provocan su propia ruina. La hubris es el elemento común a todos los héroes trágicos, aun los que terminan muriendo en la cama como Stalin o Franco. Existe la hubris como existen la envidia, la presunción o la idiotez (boludez, si se me permite un sinónimo que, en mis tiempos, allí, era grosero). Que cualquiera pueda decirle a otro que es tal o cual de esas “cosas” de modo más o menos insultante no forma parte del vocabulario de la psiquiatría o de la medicina forense, en todo caso no para quien recibe la ofensa. Habría que medir la hubris de los psiquiatras que pretenden bautizar o aplicar esa palabreja como categoría clínica…, como quien dice “enfermedad de Alzheimer”, “síndrome febril” o “signo de Babinski”.
Con esa pedante presunción se pasa con gaseosa fluidez a los criterios trastornados del DSM-5 que tantos estragos causa en la psiquiatría desde su promulgación en 2013 y, mucho antes, con sus cuatro antecesores eslabonados a partir de 1952. El Lord Owen parece haber definido 14 rasgos del síndrome de Hubris (así, con mayúsculas)… de modo que, ya sabe usted, si tiene 9 o más de esos 14 tildes o “palomitas” como los llamamos en México, usted, mi amigo ¾se lo digo yo que soy especialista¾ tiene un síndrome de esos, un verdadero “trastorno de la personalidad” y más vale que se haga tratar.
El “diagnóstico” se lo endilga el doctor Castro de manera condescendiente a la presidenta. Digo “condescendiente” porque lamentablemente no dispongo tampoco en español de la palabra que tengo en la cabeza ¡también inglesa! “patronizing” que implica lo paternal y patronal. “¡Cuídese! Necesitamos que su salud emocional sea perfecta y que actúe con sabiduría”. ¡Textual!
La psiquiatría contemporánea tiende a hacerse cargo de la medicalización (veterinización) de la vida entendiendo que todos los humanos son más o menos “anormales” y calificando como “trastornos de la personalidad” a quienes no gozan de “salud emocional perfecta”. Así se amplía el mercado y se refuerza a la generosa industria farmacéutica que coimea a los especialistas para que diagnostiquen y “traten” a sus “trastornados” o “enfermos” como no vacila en llamarlos el “doctor” Castro.
Que a los poderosos “se les suban los humos” no es novedad ni es asunto de la medicina. La población sabe lo que hacen sus gobernantes y pueden expresar su acuerdo o no con ellos. El gesto de construir en Río Gallegos un mausoleo gigantesco que se parezca al de Napoleón en París, puede calificarse de “justo homenaje” o de “tilinguería” que demuestra miopía política. Nada autoriza a los Owens y Castros a contrabandear epítetos y aplicarlos como diagnósticos según sus antipatías. La mala leche, como la envidia o la boludez no son “trastornos de la personalidad”. Que el “doctor” diga lo que se le antoje; no hay porqué atacar o limitar al periodista tramposo que usa su bata blanca a modo de armadura para “aconsejar sana y sabiamente” al político supuestamente extraviado.
El peligroso no es el loco que se cree Napoleón sino el especialista cuando se cree amo y señor de la normalidad y de la salud emocional, etiquetador y corrector de distorsiones. En ese caso lleva las cotas de hubris al nivel de la inundación. La infatuación acecha a todos los humanos, incluso a quien busca carecer de ella y aspira a ser “yo” cuando los demás y hasta él mismo lo confunden con “Borges”.
[1] http://www.newstatesman.com/blogs/world-affairs/2012/04/argentina%E2%80%99s-falklands-debt-goes-heart-our-unethical-foreign-policy
Coincido con usted y me gustaria agregarle algo mas si me lo permite porq en vez de criticar y querer tapar algo mas oscuro con patrañas nos ponemos a pensar en como ayudar al q pasa hambre y al projimo que muere en los hospitales por falta de insumos o sera q pelearse entre todos es lo q importa y yo vivo en el mundo alreves
El doctor que escribe esta donde ataca gratuitamente a otro profecionaly lo desacredita, cuando hace que falta del pais ?, porque se fue ?, es jodido ser Argentino, igualmente me siento orgullosa de serlo, pero el tiempo y la distancia nos quitan objetividad y muchas veces derechos y para perder tambien la elegancia en mi caso opino que la edad muchas veces nos juega en contra y terminamos la vida hablando pabadas, esa es otra enfermedad que se llama ancianidad. Perd’on
Señora dentro de toda mi ignorancia, yo si vivo en Argentina y con mis 30 años de edad ,me paro y digo no importa donde vivamos no importa cuanta edad tengamos no importa que o cual síndrome sea que exista todas esas cosas son superficiales lo único real es que nos peleamos entre nosotros a ver quien tiene razón y no vemos o si quiere mejor, nos mantienen ocupados con cosas vacías para que nos alejemos cada vez mas unos de los otros y de esa forma ignoremos al que verdaderamente sufre ya sea de hambre o de injusticia .
Estimado Dr. Braunstein….absolutamente de acuerdo con Usted, creo que el «combo letal» infatuación medicalizante + medio monopólico de comunicación + palabras raras en un contexto intelectualoide, han traído como resultado que una de las zonceras más grandes (de esas que tanto nos tienen acostumbrados los mass media actuales) haya escalado a la categoría de «diagnóstico?….pero ¿es de extrañarse?, noooo, la saga que Ud claramente cita DSM 1, 2, 3, 3R, 4 y la inefable 5 (copia de otra saga europea que ya va por el 10 creo) ha habilitado en términos discursivos la proliferación de cuanto síndrome a uno se le ocurra….tal vez, de lo que se trate, sea simplemente ponerse un blanco delantal, hablar con el ceño fruncido, impostar la voz, mirar a cámara (¿cual?, cualquiera, si en cada calle hay al menos tres…) y decir «Señora, Usted padece de….» y listo: salto a la fama garantizado, seguido de los aplausos de una claque tilinga que atrasa al menos 40 años.
Leer sus palabra es reconfortante…..gracias