INTRODUCCIÓN A LA RECOPILACIÓN DE TRABAJOS QUE CONMEMORAN LOS CIEN AÑOS DE LA INTRODUCCIÓN DEL NARCISISMO

En las páginas 11 a 16 del volumen (ISBN 978-607-502-345-8) cuya portada puede verse en la inserción anterior tuve la oportunidad de prologar y recomendar el hermoso trabajo conjunto realizado por los 16 autores del mismo. A continuación puede leerse esa introducciónINTRODUCCIÓN

En 2014 se nos muere el Gabo, el autor de los Cien años de soledad, justo cuando nos disponemos a conmemorar los cien años, no de soledad sino de compañía, con ese ecuador de la obra freudiana que es el artículo titulado “Introducción del narcisismo”. La coincidencia nos lleva a pensar en la conjunción: cien años de soledad y de narcisismo. Hay entre ambos una diferencia: el coronel Aureliano Buendía sí tiene quien le escriba. Lo prueba este ramillete de sesudas reflexiones sobre la obra que se introdujo cuando comenzaba una guerra mundial y que marcó una época al abrir caminos divergentes en la historia del psicoanálisis.

Un ecuador pues, en su totalidad, la obra psicoanalítica de Freud tomó, nos atrevemos a decir, 50 años, entre su difuso comienzo en 1889 (viaje a Nancy, renuncia a la neurología) y la pluma fatalmente detenida en 1939. Veinticinco años antes, veinticinco años después: 1914, parteaguas bélico de la historia del siglo XX. Fin del Freud que descubrió (o inventó) el inconsciente y comienzo del Freud que vuelve críticamente sobre sus propios fundamentos y, sin demolerlos, construye sobre ellos una nueva concepción centrada, para unos, en el yo y en el self, para otros, para los autores de este libro, en el sujeto de ese inconsciente cuyos procedimientos fueran develados por Freud en varios libros publicados a comienzos del siglo.

El artículo de 1914 es el segundo big bang del psicoanálisis y merece el homenaje de ese oximoron. Es el texto que dará lugar a infinitos descubrimientos, sí, pero también a múltiples divergencias sobre los modos de entender la tarea y el sentido del psicoanálisis. Es poco antes de la muerte de Freud, cuando, por un lado, Lacan en su comunicación de 1936 sobre el estadio del espejo y, por el otro, Anna Freud que escribe entre 1934 y 1938 El yo y los mecanismos de defensa, botan los dos barcos divergentes en las rutas que llevan al futuro. Lo curioso, lo que excede a la casualidad de una mera coincidencia cronológica, es que ambos se basan en eso que se presentó de sopetón con la “Introducción del narcisismo”.

Los textos que se leerán a continuación respetan, como es lógico, variados estilos de composición y resultan admirablemente complementarios en sus temas. Marta Gerez Ambertín explora minuciosamente el camino que llevó al primer Freud a proponer esta refundación teórica y a mostrar como de esa semilla brota la frondosa ramificación conceptual que lleva a los ensayos de metapsicología, en los cuales y en verdad, se propone un más allá de la psicología, una psicología de la psicología, que no podía culminar en una obra coherente y que, por eso, fue abandonada por Freud a medio camino. Que lleva por otras vías, estas sí fecundas, al superyó, al más allá del principio del placer con la pulsión de muerte como concepto central, a la segunda tópica, a la segunda concepción de la angustia y sus correlatos, la inhibición y el síntoma, a las obras de crítica cultural legible en los estudios sobre la psicología de masas, la religión, el malestar en la cultura y, para concluir la enumeración, last but not least, a la escisión de ese yo del narcisismo por los efectos del complejo de castración [1938].

Si el yo es nuclear, no es sin embargo, “el núcleo de nuestro ser”, pues esa calificación, como sabemos, es atribuida por Freud al ello, mientras que el yo es presentado como un pobre servidor de los tres severos amos (ello, realidad exterior y superyó). El yo es la instancia que “resiste, reprime y repele” [1932] y que se fragmenta para conservar una ilusoria unidad.

El libro Tótem y tabú, cuyo centenario se conmemoró el año pasado, y esta “Introducción del narcisismo” no hubieran visto la luz si no fuese por la necesidad en que se vio Freud de confirmar el rigor de sus teorías en contraposición a las de sus discípulos disidentes, Alfred Adler y, en particular,  Gustav Jung. La especificidad de la postura freudiana es claramente marcada por Adalberto Levi Hambra que ubica y analiza las discrepancias en cuanto a la noción del yo en la “psicología individual” del primero y en los esfuerzos del segundo por desligar al psicoanálisis de las tesis sobre la libido y la sexualidad.

Ana Petros instala a esta “introducción” en la historia del psicoanálisis y se pregunta acerca de si un concepto central como el del narcisismo puede “cumplir años” siendo que él permite develar aspectos intemporales pero no ahistóricos de la estructura.

América Espinosa desmenuza con agudeza el contexto institucional en el que surge la “Introducción del narcisismo” y pone de manifiesto la agresión y la violencia ligadas, por una parte, al concepto, por otra a los enfrentamientos entre psicoanalistas en torno a cuestiones doctrinarias. No se le escapa la manifestación lacaniana que hace de la agresividad el correlato de la tensión narcisística despertada por el encuentro con la imagen especular proyectada en el semejante.

Por su parte, Liliana Donzis sigue la historia del concepto en este siglo y confirma la utilidad del concepto de narcisismo según la corroboración clínica obtenida en los mismos cien años que por ahora se cumplen de los primeros balbuceos del psicoanálisis con niños, a sabiendas de que el caso “Juanito” fue un precursor aunque allí el psicoanálisis funcionó de manera indirecta, a través del padre de la criatura.

Por esta estrecha relación entre la agresión especular, su basamento narcisista y su presencia infaltable en la experiencia clínica del encuentro es que el trabajo bien pulido de Edgardo Feinsilber está dirigido a subrayar la desviación teórica que se produce cuando se desnaturaliza la experiencia analítica en nombre de un análisis recíproco o de un “manejo de la contratransferencia” muy a la moda pero contrario al método basado en la regla fundamental de la asociación libre y su contrapartida que es la atención libremente flotante, el método de Freud y Lacan, renuente a la intervención de los “sentimientos” o las “intuiciones” más o menos proyectivas del analista.

Oportuno, preciso y exacto en su articulación es, a mi modo de ver, el artículo de Daniel Gerber quien, tomando como punto de partida esta relación de enfrentamiento con la imagen del otro, el semejante, baliza el camino que condujo a Freud desde la sobrestimación narcisística que está en la base del fenómeno amoroso hasta el concepto imprescindible de esa pulsión de muerte que se manifiesta de mil maneras en la compulsión de repetición, en la melancolía, en el masoquismo originario, en la sumisión a líderes sanguinarios y en la escisión de ese yo imaginario tan artificialmente mantenido como si se tratase de una unidad.

La continuidad es evidente entre el mencionado trabajo de Gerber y el cuidadoso y muy informado ensayo de Mario Orozco sobre los anudamientos y desanudamientos violentos del narcisismo. En este artículo se plantea la cuestión de quitar al narcisismo de las discusiones entre lo “normal” y lo “patológico” o, eventualmente, “perverso” y se dibujan cuidadosamente los vínculos entre la noción introducida por Freud en 1914 y los viejos conocidos de la literatura y la filosofía que son el amor y el odio.

A esos dos trabajos les sigue una elaboración de orfebre: la de José Luis Marinas que aborda el “narcisismo de las pequeñas diferencias”, esa modalidad que lleva a la oposición con lo que más se parece a uno mismo pues en ese “uno mismo” se revela la discordia interior . Es esta guerra civil interior la que se proyecta sobre lo que en el otro se percibe como diferente y, en consecuencia, como amenazante. Satisfechos pueden estar los compiladores de este volumen por haber conseguido esta importante contribución, pletórica de citas, que viene del otro lado del Atlántico.

Desde lo más lejano hasta lo más próximo en la geografía: de la misma tierra  veracruzana, tan ligada a este collar conmemorativo, viene el trabajo que no podía faltar, uno cuyo tema se imponía al volumen en gestación. Me refiero al que firma Ricardo García Valdez en el que se aborda la espinosa cuestión de la diferenciación sexual en cuanto al narcisismo, el mentado narcisismo femenino signado por los escotomas que llevaban a la idea de un “continente oscuro” que es el que surge cuando se tienen ojos para no ver.

Esta primera parte del libro culmina con un broche de oro: una detonación erudita que manifiesta los antecedentes y las consecuencias filosóficas y políticas de la noción de narcisismo. La autoría es de David Pavón Cuellar quien, con refinadas lecturas de los teóricos del empirismo inglés y del romanticismo alemán que culminan en la crítica marxista, pone de manifiesto cómo la obra de Freud permite entender las posturas del individualismo burgués y se integra en el discurso ideológico, político y económico de nuestro tiempo.

Los distintos autores han sabido soslayar el escollo que hubiese empavorecido al propio Freud: el de la sobrevaloración narcisista de His Majesty, the Founder. Los diferentes artículos de este libro conservan una sana distancia crítica y desarrollan aspectos insólitos del concepto de narcisismo escapando a las trivialidades de la “patología narcisista” y de la “psicología del self” que desembocan en el trillado “Freud desleído” del que alguna vez nos ocupamos. Al reflexionar sobre esa “literatura” (“establos de Augias”, decía Lacan) topamos con una de las razones más obvias de la actual “crisis del psicoanálisis” que está en boca de todos. Me refiero a la actitud reverencial con relación a un Freud supuestamente genial, impecable e impoluto que no se limitó a (d)escribir los procesos del inconsciente sino que ocupó sus cincuenta últimos años en redactar unos evangelios que solo pueden transmitirse desde el púlpito de las cátedras universitarias por parte de profesores que “profesan” el psicoanálisis. Para esos libros obedientes a la convención, la palabra de Freud no podría ser relativizada, contrastada con nuevos hechos, discutida, contrapuesta a lo aportado por autores posteriores sea provenientes de nuestro campo que es la clínica o provenientes desde otras disciplinas que toman como tema el de la subjetividad. A veces ese morbo afecta también al lacanismo, cuando se personaliza a Lacan como un vicario del redentor que tuvo a bien nacer en un pesebre de Bohemia.

Celebrar la aparición centenaria de una “introducción del narcisismo” implica renunciar a repetir, rezar, re-citar a Freud y, en su lugar, aplicarse a transitar por nuevos caminos para que Freud llegue a ser Freud. Eso fue lo que hizo Lacan con su “retorno a Freud” y ese es el proyecto asumido con tácito acuerdo por los autores de este libro guiados por los criterios de sus solícitos coeditores. Gracias doy, gracias les sean dadas, a unos y a otros.

Néstor A. Braunstein

Cuernavaca (Mor.), México, primavera de 2014.

2 thoughts on “INTRODUCCIÓN A LA RECOPILACIÓN DE TRABAJOS QUE CONMEMORAN LOS CIEN AÑOS DE LA INTRODUCCIÓN DEL NARCISISMO

  1. Simon Joaquin says:

    Nestor quisiera conseguir una vía de comunicación para invitarte a una actividad académica. Desde ya muchas gracias. Saludos.

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