Comentario y aportación de RENÉ LEW

Mi excelente amigo René Lew de París, me honró redactando un brillante comentario a mi trabajo «Tampoco el psicoanálisis volverá a ser lo que era» que puede leerse en una de las últimas adiciones inscritas en este blog. Su aportación, rigurosamente lacaniana y, a mi modo de ver, esencial, forma parte de una serie de escritos que René Lew publicará en noviembre de 2020 con el título de Politiques de la lettre. El ímprobo trabajo de traducción corrió a cargo de Elsa Andrade Heyman y Cecilia Hidalgo de Quito y  Ana Claudia Restrepo, colombiana radicada en París. Fue traducido también al inglés y publicado en el European Journal of Psychoanalysis. A continuación el texto, reproducido aquí con su autorización (2800 palabras):

René Lew       El 1-18 mayo 2020,  en referencia a Néstor Braunstein,

“Tampoco el psicoanálisis volverá a ser lo que era”

(La psychanalyse non plus ne reviendra pas à ce qu’elle était)

Política de la letra (27)

Apantallar la palabra es forcluir el litoral de la letra*

(Écranter la parole, c’est forclore le littoral de la lettre)

El “lazo social” se ha modificado por la pandemia del SRAS- CoV-2. Esto afecta a toda la philia: en la familia, el amor, el trabajo, entre amigos, en la política, y también en el psicoanálisis. Seguramente, la expresión verídica “distanciamiento social” ha operado – incluso si se trata de enmascarar la razón con términos más evidentes como los de “distanciamiento físico” o “corporal”. Pues es de eso de lo que se trata: hacer caso omiso (rechazar) del litoral de los cuerpos [de modo que] prevalezca una no-relación (non-rapport) estrictamente promulgada.

He abordado ya en esta serie el anatema arrojado sobre el litoral de la letra. También abordé lo real de este anatema en términos de litoral de los cuerpos –ofrenda o sacrificio.

Pero la relación (rapport) persiste a pesar de todo: mediatizada (teléfono, internet…). Y a veces es lamentable. Es el contacto directo lo que se teme que – por un tiempo – desaparece en beneficio del distanciamiento. Es decir, se instaura otro litoral y la letra toma, por ello y desde ahora, otro relieve que se hará más evidente en el futuro. Pienso que su función política prevalece de ahora en adelante – lo anuncié ya a través de la prevalencia de la no-relación (non-rapport) sobre la relación (rapport) (sexual, significante…) y esto se asegura bajo la forma de la organización de los caracteres que prevalecen sobre lo litoral: cada sujeto está marcado por ello en su cuerpo, cada uno en su propio cuerpo, en detrimento de los intercambios no mediatizados.

En las curas psicoanalíticas la transferencia se resiente – pues el contacto directo desaparece. Sea, como hacen numerosos analistas, que buscan un sucedáneo al recurrir al internet o al teléfono; sea, por abstención pura y simple (como lo he hecho durante el tiempo del confinamiento).

¿Significa esto que el objeto a – teniendo él mismo, un carácter de litoralidad entre abyección y agalma – se transforma en esta ocasión?

  1. La pandemia es el capitalismo; el capitalismo es pandémico.

¿Significa esto además que el psicoanálisis debe seguir este movimiento de deshacerse (despojarse) del litoral de la letra* (este despojo/desecho es incluso, como reajusto psicoanalíticamente la nosología psiquiátrica, una Schonung perversa – perversa por dejar de lado el fondo existencial de cualquier subjetivación de la significancia)? Cuando se pone por delante (cualquiera que fuese la causa: pandemia viral o exterminio “socialmente” decidido en los campos – y no confundo estos registros) la muerte contra la pulsión de muerte, padece el litoral de la vida (referida a la muerte, que la antecede – entrelazamiento del sexo y de la muerte), un litoral que opera entre la vida y la muerte[1]. La muerte, desde la escritura, o desde la historia como lo que se escribe sobre la vida y la muerte, es política, tan política como la letra misma.[2] La expansión del SRAS–CoV-2 es, en sí misma, política: el capitalismo expansivo, que afecta todas las actividades humanas, no tiene nada de ecológico y destruye el planeta o, al menos, el equilibrio ecológico necesario para la vida (la vida de las plantas y los animales – y pronto, puede temerse, la de los hombres). La pandemia del covid-19 pone en evidencia los fracasos políticos (sociales y sanitarios) y los estragos ecológicos del capitalismo. La política, en efecto, concierne a la vida y a la muerte de las personas, sus enfermedades, pero también, su subsistencia y su reproducción, no sin lazo con la producción material fundada sobre la fuerza de trabajo y – por analogía con los esquemas que ponen en juego la fuerza de trabajo – el goce fálico:

 

(FT→ ( FT® PV)),
y (GΦ → (GΦ → PdG)).

 

Todo esto no puede ser estrictamente biológico. La cuestión es biopolítica.

La extensión más vasta es, de hecho, aquella del sistema capitalista; y su destrucción de los equilibrios ecológicos que parece haber producido el SRAS-CoV-2. De alguna manera, el sistema capitalista ha producido el covid-19. Sin necesidad para ello que el virus escape de un laboratorio. Si la pandemia es imperialista como lo es el capitalismo, el virus es una concreción real del significante. Las muertes se deben, en todo el mundo, a la destrucción de los sistemas sanitarios, lo cual ha facilitado la recuperación capitalista y financiera de la plusvalía distribuida socialmente, via el presupuesto de los Estados o de los organismos de seguros de enfermedad y de la seguridad social (allí donde existen), obtenidos y montados gracias a la lucha contra los poderosos (poseedores) y su bulimia de ganancias.

Así, la relación con la muerte ha cambiado: está mucho más socializada de lo que solía estar en el pasado. Exactamente, la muerte es reprimida, los duelos son mal recibidos en el entorno de quienes están de luto – y la muerte apenas entra en la vida. Los rituales que rodean una muerte están perdiendo fuerza. Así como las comidas fúnebres en Francia. Y, paralelamente, ya no tenemos derecho a sentirnos tristes – puesto que va contra el deseo socialmente organizado en provecho de una bulimia comparable de consumo rápido. Las tiendas de barrio están desapareciendo – en beneficio de las grandes superficies de centros comerciales – no subsisten sino los supermercados (de la industria alimentaria) – y más aún: las tiendas de delicatessen francesas se han convertido en restaurantes de comida rápida china –, felizmente las panaderías se mantienen (y hay que remarcar que este duro trabajo no es realizado sino por artesanos magrebíes). Ya no se encuentra en las ciudades (en otros lugares esto ya ni siquiera existe) sino el consumo rápido de comercios de alimentos, en primer lugar las panaderías, las tiendas de ropa, y los bancos que vienen en tercer lugar. La tristeza se ha transformado en “depresión” (el mismo término que para la economía política– ¿qué tal? ), y está sujeta a medicación.

Las 35.000 muertes por la gripe de Hong-Kong en Francia en 1969 fueron menos abrumadoras que las 28.215 muertes de covid-19 (Dirección General de Salud, DGS en Francia) en el momento en que escribo. 1969 – después de mayo del 68 –ya era la época actual. Así que seguramente se puede fechar el inicio de nuestra época 50 años atrás.

El problema es el querer saber (si la información es correcta y bien transmitida) en tiempo real lo que pasa en todo el mundo. Y los medios de comunicación transmiten 24 horas al día (¿todo?) lo que se dice, sobre este tema único de la pandemia durante al menos tres meses hasta hoy. Y todo el mundo (!) puede llevar la cuenta de las muertes en el mundo. (¿Podría ser un resto de recursividad – aunque censurada – esta vuelta del mundo sobre sí?)

 

  1. El significante cambia de calidad

 

El significante se presenta simplemente como real

 

  • fuera del alcance de la letra (incluso cuando las medidas restrictivas de protección, justificadas seguramente, se promulgan, e escritas),
  • y afectivizado de manera angustiante más allá de las representaciones correctas de lo que se hace y debe hacerse para curar, ya, y prevenir, por supuesto.

 

Como es el caso de la culpabilización de los niños que se sienten responsables, al ser designados masivamente como portadores sanos, culpables de la posible muerte de los adultos que les rodean y, en primer lugar, de los adultos mayores. La economía de la salud seguramente se beneficia de esto. La culpabilidad de los niños los lleva a temer regresar a clases por el riesgo de causar así la muerte de los profesores.

La ausencia, más allá de los “hogares” (discurso al estilo del INSEE*), de una palabra directamente dirigida, modifica el significante (S2) al modificar la significancia (S1) que conlleva la palabra con su función de verdad. Distinto a un montón de discursos mentirosos producidos en estos días para tranquilizar.

El confinamiento no ha protegido nada más allá de su tiempo de establecimiento: el 4% de la población en Francia (dicho por una encuesta del Instituto Pasteur) y hasta el 10% en la región parisina se vio afectada por el SRAS-CoV-2. Estamos muy lejos del 60% de esta “protección colectiva” necesaria estadísticamente para detener la propagación de la pandemia. Por lo tanto, el desconfinamiento nos encuentra tan desprotegidos como antes. O en el mejor de los casos, esto ha permitido el descongestionamiento de los hospitales. Pero, seamos optimistas, hasta la fecha ninguna “nueva ola”* de epidemia se avecina. Felizmente, pero queda por saber cuál es la epidemiología del coronavirus.

El silencio de los poderes públicos sobre los numerosos aspectos colectivos y sociales de la pandemia, no puede ser del mismo tenor que el silencio en el psicoanálisis: éste sólo tiene sentido en la sesión, en presencia y no por teléfono. Porque, en este último caso, cualquier comunicación verdadera (portadora de verdad por la palabra) está cortada (transversalmente) por el distanciamiento maquínico – perdida de su equívoco (favorable a una producción significante poética) para no dejar transparentar sino los aspectos realistas de las cosas, con su fundamento fantasmático intacto. Es por ello que encuentro que las curas psicoanalíticas por teléfono o por video – y, si la voz desaparece, entra en una disertación escrita – toman ipso facto un aspecto “simplemente” psicoterapéutico.

El vacío simbólico es substituido por un vacío real, ese agujero real forclusivo de Lacan, que ya no es una falta objetal, ya que ésta aun permite el equívoco** Así, la respiración del analista (o del analizante) es escuchada de manera diferente en la sesión presencial (como se dice utilizando un barbarismo).

Lo imposible de la no-relación (non-rapport) domina, sin pasaje a la tercera persona de una palabra vehiculizada como tal que es productiva gracias a la transcripción litoral de la no-relación (non-rapport, pues cada letra carácter es distinta de otra, sin otro acercamiento posible entre ellas que no sea por una enunciación vocal o manuscrita) en relación (rapport, es decir la relación significante).

 

 

 

 

Con la no-relación (sin la productividad “poética” de la palabra) lo imposible atasca al sujeto en una sideración psicotizante – a la cual, sabiéndolo o no, cada uno, en este confinamiento, se vio expulsado. El problema se convierte en una angustia generalizada, social, por decir lo menos – incluso si no todos entran en ella. Tal cambio del estatuto de la angustia subraya el cambio de registro delegado a la representancia (es decir, la significancia) freudiana: su cambio metonímico en virus transmisible toma el lugar de la palabra (que no requiere ni medios de comunicación – no siendo medium en sí misma, aún cuando le desagrade a Lacan: es propiamente existencial – ni mascarilla) concretiza un real, allí donde a lo simbólico se lo vuelve inoperante* por parte de los organismos económico-políticos, y más globalmente por la civilización panliberal, digamos.

Pero no todos se rinden ante la angustia, no todos son idénticamente tributarios de esta forclusión. El problema es que la expansión del SRAS-CoV-2 – que no es un objeto a[3] –- induce una transformación de los objetos a: ya no son faltas [manques] asidas en objetos o de la transacción aprehendida (incluso intrínsecamente, lo cual sería una proeza puesto que la aprehensión extensional es, por definición, extrínseca) las que valen, sino sucedáneos de objetos a, atrofiados en el autismo que nos ofrecen nuestros gobernantes. En efecto, la dualidad del objeto como objeto de deseo y al mismo tiempo su causa (debido al mantenimiento de la impredicatividad en su cualidad predicativa de objeto) se restringe a una imposibilidad de dialectizar la intensión de la palabra y el mundo como extensional. La palabra se vuelve engañosa, es utilizada como instrumento de avasallamiento (no es nuevo) y ya no implica – desde lo que sería su veracidad, si ella se revelara ser palabra verdadera – su transcripción inconmensurable en este objeto dicho a que es a la vez causa y rechazo del deseo.

Los psicoanalistas, en mi opinión, deben rechazar las pantallas, pues su apelación dice crudamente las cosas: las máquinas hacen/forman pantalla y la palabra (desde el Verbo divino al verbo humano) no acepta ser maquinada, es decir – ver Tausk – convertirse en un aparato para influenciar. Toda la política de los defensores del neoliberalismo, incluyendo a Macron, ha conducido a esta debacle sanitaria donde los hospitales carecían de camas y respiradores artificiales, al igual que mascarillas, batas, gorros de protección y guantes notablemente insuficientes (hasta el punto que la población general fue privada de ello), y fue (y aún lo es) prohibida la prescripción, por los médicos generales, de medicamentos cuya valía había sido probada – al menos en situaciones tomadas al inicio.

 

  1. Los entornos de la pandemia[4]

 

Hay dos cuestiones que me impactan, la primera sobre el covid-19, y, la segunda, sobre la práctica del psicoanálisis.

Me pregunto, en relación con esta pandemia y su estatuto (su “valor” de?) significante, pero también en relación al capitalismo: ¿cómo podemos ser, todos (es “pandémico” también), tan indiferentes a las informaciones sobre las muertes por hambre en el mundo: 25.000 por DÍA (último informe de la FAO y de otras agencias de Naciones Unidas): es decir, cada día, el equivalente de todas las muertes en Francia en dos (pongamos tres) meses por covid-19.

Y con respecto a los análisis de pantalla interpuesta: no creo que esto sea una suerte de “destino” de la modernidad. Pienso que es una elección y una forma de deriva que se la podría hacer equivaler a aquella que Lacan constató en los años 50 en relación a otras preguntas relativas al American way of life.

Uno no se puede ocultar tras el covid-19 para justificar la perpetuación de tal práctica de ahora en adelante, pues ésta tiene sus efectos… Depende de los analistas estar atentos de no liquidar los principios conceptuales del psicoanálisis. En efecto, no se debería pasar de una práctica justificada (admitámoslo) en ciertas condiciones, las de la pandemia, en un momento excepcional, a una práctica que se convierta en “normal” sin estar respaldada por una justificación que la estableciera.

 

 

Traducción:

 

Elsa Andrade Heymann, 24 de mayo 2020; rev. 26-28- mayo/14 de junio 2020.

Cecilia Hidalgo, lectura y comentarios, 27 de mayo 2020.

Gustavo Valarezo, contraste de traducciones, esquema: 28-29 de mayo 2020; 09 de junio 2020.

Con Néstor Braunstein, René Lew, Ana-Claudia Delgado: lectura, discusión y sugerencias: junio 2020.

 

 

Escuela freudiana del Ecuador, eFe

(documento de trabajo interno a la escuela)

 

 

* Del título: Écranter la parole, c’est forclore le litoral de la lettre: “Apantallar la palabra es forcluir el litoral de la letra”. De Écranter: se detalla el uso y acepciones en español; del término en francés : parole que corresponde al acto de hablar; se lo traduce por: palabra (diccionario Maria Moliner: palabra y/o habla). Se opta por el uso del artículo definido el, para proponer el litoral. (La traducción ha sido contrastada con la de Néstor Braunstein, que se publicará en la Revista Uruguaya de Psicoanálisis y afinada en la redacción con los comentarios suyos y las sugerencias de René Lew y Ana Claudia Delgado, en un intercambio que agradecemos haberlo sostenido).

Écranter podría traducirse como : Pantallear o bien Apantallar. Apantallar, término que en las diferencias locales de uso, en países hispanohablantes, alude a un verbo transitivo con distintos significados. Según la RAE: Apantallar: 1. Proteger u ocultar algo con una pantalla; Apantallar una vía para evitar ruidos. 2. En Paraguay y Argentina: mover el aire con una pantalla; o en un uso coloquial especialment en México: impresionar a alguien con la intención de “deslumbrarlo”, fanfarronear. [N. de la T.].

* En intercambios con Néstor Braunstein, René Lew y Ana-Claudia Delgado se ha convenido la traducción que aparece en el texto [N. de la T.].

[1] Ver, en esta serie, la cuarta entrega.

[2] R.L., Politique du corps et de l’écriture, Lysimaque.

* Institut national de la statistique et des études économiques, en Francia [N. de la T.].

* Nouvelle vague: nueva ola [N. de la T.].

** El párrafo está propuesto tal como sugieren René Lew y Ana- Claudia Delgado y consta en la traducción de Néstor Braunstein [N. de la T.].

* battu en bréche: atacado, abatido, derrotado. [N. de la T.].

[3] En efecto, un objeto a, a fortiori un plus-de-gozar es intransmisible como tal (imposible hacer beneficiario a alguien o ser espoliado por alguien que se lo apropiaría); para ser trasmitido debe ser en primer lugar retranscrito en significante (unario) y esta es la razón misma de los pases.

[4] Retomo a mi manera algunas de las observaciones de Ana-Claudia Delgado.

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