Para el prestigioso European Journal of Psychoanalysis escribí una reseña acerca de un libro que me complace recomendar a quienes puedan leerlo en inglés y alentar su traducción al español. Acompaño el texto de esa reseña.
Es para mí muy difícil reseñar este libro por una razón personal que solo develaré al final.
Conozco la trayectoria del autor, Ian Parker, a quien alguna vez encontré en persona en un recinto de la Universidad Nacional de México junto al común amigo que es David Pavón Cuéllar. He seguido su obra a través de varias publicaciones y de la amplia y ponderada reseña que ofrece la hoy indispensable Wikipedia a la que aconsejo se consulte al mismo tiempo o, mejor aun, antes de la lectura de esta reseña.
El libro cumple con lo que su título anuncia: desde una perspectiva claramente autobiográfica, Ian Parker, sin entrar en detalles que podríamos llamar “subjetivos”, sin referencia a sus emociones y sentimientos, que constituyen la médula de las más de las autobiografías, se dedica a reconstruir su trayectoria filosófica, personal, política e institucional dentro del psicoanálisis británico (específicamente londinense). No es la suya tampoco una autobiografía más o menos prosopagnósica como la de Freud en su “objetiva” Presentación autobiográfica (1925). Los psicoanalistas sabemos que hay más autobiografía de Freud en La interpretación de los sueños que en esa “Selbstdarstellung” hecha con desgano y por encargo.
En cambio, Ian Parker nos presenta una descripción detallada de los diferentes encuentros con personas, libros, ideologías e instituciones en medio de los cuales su vida se fue construyendo. Su historia no es la de sucesivos encuentros casuales sino la de una búsqueda incesante de la construcción de un sistema personal de pensamiento para comprender la complejidad del ser humano, mejor digamos, de la subjetividad de los seres hablantes en su relación con el Otro.
No podía faltar entonces la descripción de las consecuencias que tuvieron sobre su concepción del mundo las lecturas de Marx, Freud, Trotsky, Wilhelm Reich, Erich Fromm, Melanie Klein, Althusser, Lacan, Derrida, Foucault y los discípulos de Lacan que aun viven, debaten y combaten acerca de la “verdadera” significación de su enseñanza (Milller, Soler, Allouch, etc.). Tampoco se nos ahorra el relato de las vicisitudes de la participación en las instituciones que integran el “campo freudiano”.
Describe con detalle su actividad como profesor en la universidad, su propia formación analítica, el análisis personal, las supervisiones, la participación en grupos, los carteles lacanianos, las presiones para incorporarlo a variadas instituciones, el comienzo de su práctica clínica, la constante vigilancia sobre su propia propensión narcisística que entraría en contradicción con el proyecto vital e institucional que lo guiaba, una estricta vigilancia que lo hace salir bien librado de ese peligro.
En el punto nodal de esta encrucijada se vislumbra un proyecto en el cual Ian Parker no es el primero pero si uno de los más férreos protagonistas de los últimos 30 años dentro de una tradición que remonta ya a un siglo: la integración de una psicología marxista y freudiana donde, desde los años ’50 del siglo pasado, el nombre y la enseñanza de Lacan son insoslayables. También, y esto es esencial, donde la brújula para orientarse y evitar extravíos es la de un “pensamiento crítico” que fue fijada por los precursores de este proyecto: Th. W. Adorno y Max Horkheimer , una brújula en buena medida privada de su norte por la lectura idealista, hegeliana, muy difundida en nuestro tiempo, por la carismática figura de Slavoj Zizek que pretende hablar en nombre de todos esos autores. Corresponde apuntar aquí que la descripción del encuentro de Parker con Zizek en Ljubljana es la parte más divertida de esta obra, por lo demás tan objetiva, que lleva como subtítulo Subjectivity, History and Autobiography.
Cabe además resaltar que este texto de Parker, al igual que la trayectoria vital del autor, no apunta a la producción de un discurso coherente e integrado en un programa universitario para psicólogos o psicoanalistas que podrían aprender “cosas” leyendo uno o varios libros. Se desprende claramente de la lectura de esta obra sobre el psicoanálisis que el objetivo del autor es la definición precisa de una práctica clínica centrada en el discurso del psicoanalista, alérgica al discurso de la universidad que repite el discurso del amo, una práctica advertida y muy conciente de la última transformación de ese discurso del amo que deviene en discurso capitalista.
Por eso son agrias las palabras de Parker dedicadas a los enunciados y métodos de la ciencia, esa “ideología de la supresión del sujeto” (Lacan, 1973) que es el proyecto de la actual psicología académica en todas sus ramas a la que habrá que seguir denunciando. Interminablemente.
Esa psicología encuentra, en el campo de la clínica, su culminación y su evangelio en los DSM de la Asociación Psiquiátrica de los EEUU que supeditan las infinitas formas del padecer de la humanidad al discurso de la medicina. Parker no se restringe en este punto y extiende su diatriba hasta montar un ataque en regla a la muy pregonada “psicopatología psicoanalítica” fundada en una supuesta tripartición lacaniana de los sujetos según tres “estructuras clínicas” (perversión, neurosis y psicosis) que estarían dadas desde el origen, inmodificables, tres diagnósticos entre los cuales el analista tendría que encasillar a su paciente antes de decidir sobre la iniciación y la dirección de la cura. Impugna Parker, coincidiendo con otros autores entre los cuales me cuento, la adscripción a Freud de la mentada distinción entre tales tres estructuras.
Desemboca así, naturalmente, cerrando el círculo que comienza con la magna invención freudiana que es la de dejar hablar a su paciente hasta que el mismo pueda encontrar, con la ayuda de las bazas intercaladas por el psicoanalista, la clave de sus síntomas y de su sufrimiento en ese concepto que Freud bautizó como “inconsciente”, lo “insabido” (Unbewusst). Ese círculo que se cierra en un mandamiento al cual debe obediencia el analista de hoy y que no es otro que el original, seguir escuchando, oyendo “el malestar en la cultura” que se desprende del discurso y de la experiencia cada uno de los sujetos que son los analizantes, divididos, uno por uno y de modo singular, entre esos dos polos que son el deseo y el goce. El sujeto del inconsciente, no pasible de ser encajonado o clasificado por el saber del psicoanalista que solo se confronta con las posiciones subjetivas de sus consultantes, fluctuantes para cada uno de ellos en todo momento según su relación con el otro en la situación transferencial.
La exigencia para el analista de estos tiempos de la “revolución tecnocientífica”, la ideología que tiende a suprimir al sujeto, es la de regresar a Freud destronando a toda estatua del “sujeto supuesto saber”, ese $SS ($SS to Know) que hoy puede materializarse en Internet, es decir, englobar todo el saber del mundo por la interconexión de todos los “ordenadores” (esto es, los que dan órdenes y consignas). El sujeto supuesto saber podría ser encarnado por un psicoanalista “dueño” (master) del saber que ya fue consagrado por alguna clase de diploma o nominación (incluyendo el de la pase lacaniana).
Además de esa exigencia hecha al analista hay una más y de no menor peso: la de debatir sin limitaciones las razones internas y externas por las cuales el psicoanálisis es tan combatido desde el exterior y encuentra tan pocos defensores de su causa decididos y empeñados en mantener la vigencia del descubrimiento del inconsciente y su carácter esencial para la comprensión de la subjetividad en medio de la torrencial marejada de los dueños de la razón objetiva, maquillada como “científica”.
El lector que comenzó a leer esta reseña y llegó hasta este punto puede quizás haber olvidado lo que escribí al principio acerca de mi dificultad personal para desplegar mi apología del libro. La manifiesto ahora: pese a múltiples diferencias, debidas al desfasaje geográfico, lingüístico y cronológico, (Parker nació en Inglaterra en 1956, yo en Argentina en 1941). Podría enumerar, claro está, ciertas distancias biográficas pero este volumen, de agradable escritura y fácil lectura, me sorprendió por el paralelismo de las trayectorias (haría falta un Plutarco para mostrarlas). Me abstendré de citar las coincidencias, muchas veces sorprendentes…
Hablamos de su autobiografía, no de la mía que solo interesa en la medida de su confluencia. Subrayaré tan solo el oxímoron que se produce cuando digo que nuestras huellas vitales, al alcance de cualquiera que se interese por ellas, son, a la vez, paralelas y convergentes y que ambos estamos basados en las mismas fuentes y orientados hacia lo que percibimos como una urgente necesidad: la construcción de una nueva psicología materialista basada en la crítica radical de la psicología académica actual y, me anticipo a pensar que Ian Parker estará de acuerdo, privada de toda sacralización de nombres propios que podrían ser, de manera inconveniente, los de nuestros ideales del yo.
Mal podría terminar esta reseña sin invitar al lector a leer el último párrafo del libro que comento. Dice así:
“Psychoanalysis sets itself against those apparatuses, ideologies and powerful individuals who say that they know how we think. They do not know how people think, and neither should you think you can know how people think, by learning about psychoanalysis, by learning how to “psychoanalyse” other people. Psychoanalysis is not what you think; it challenges, subverts the very idea, challenges and subverts each and every normative notion about subjectivity. That is what makes it radical, and that is why I remain committed to it as one among many different radical frameworks for grasping what is to be a human being”.
Arriesgo una traducción:
“El psicoanálisis se manifiesta contra estos aparatos, ideologías y poderosas personalidades que dicen saber cómo pensamos. Ellos ignoran cómo piensa la gente; por eso tampoco ustedes pueden pensar que saben lo que la gente piensa estudiando psicoanálisis o aprendiendo cómo “psicoanalizar” a otros. El psicoanálisis no es eso que ustedes piensan; el psicoanálisis desafía y subvierte a todas y cada una de las nociones normativas acerca de la subjetividad. En eso reside su radicalidad y es por eso que yo sigo comprometido con él como uno de los varios enfoques para comprender qué es un ser humano”.
Hago mías sus palabras.